Resurrección ¿Desnudos o vestidos?
El Misterio del Hijo de Dios y Cristo a través de los tiempos
Por Milton Alonso Granados.
Pablo explica a la iglesia, que todos sin excepción, seremos desnudados y vestidos en la transformación final, conocida también como resurrección.
Pero ¿Cómo sucederá esto? En la primera carta a los
Corintios, capítulo 15, versos 42 al 49, el apóstol afirma que, así como hemos
participado de carne y sangre heredando la imagen del hombre terrenal. De la
misma manera, el creyente habrá de recibir un cuerpo de gloria con la habilidad
y el poder manifestado después de la resurrección por Jesucristo (Mateo 17:2; 1
Corintios 12:27; 15:47).
Para explicar esto, el apóstol Pablo habla de dos cuerpos,
uno terrenal y otro celestial. Diferenciando el cuerpo terrenal del cuerpo
celestial, afirma que el segundo hombre es del cielo y representa en semejanza al
cuerpo del Señor mismo. Así que, como hemos sido vestidos con el traje carnal
conformado a la imagen del hombre terrenal, traeremos también el cuerpo de
gloria formado a la imagen del hombre celestial (1 Corintios 15:49).
El verbo traer utilizado en este texto, proviene del
griego phoreō (φορέω), que significa vestir, y se refiere al contraste entre la
composición del cuerpo humano, y el cuerpo con el que será vestido quien es
trasladado al reino eterno. ¿Cómo seremos vestidos? ¿Cómo será esa vestidura?
¿Será la misma vestimenta para todos?
Queda claro, que, para el apóstol, tal como existe un cuerpo
carnal -que es la habitación y vehículo que nos habilita en esta dimensión
terrenal- así también existen cuerpos preparados para el alma con revestimiento
de gloria celestial.
En la segunda carta a los Corintios capítulo 5, versos 1 al
4, Pablo compara el cuerpo del hombre con una vestidura y emplea las palabras
desnudar y revestir. Esta es la forma con que el apóstol ilustra el traslado
del alma del cuerpo humano hacia la nueva habitación del cuerpo celestial.
Pablo hace uso de una poderosa metáfora para transmitir con sencillez
una verdad espiritual profunda. En los versículos 1 y 2 afirma: "Porque
sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere,
tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los
cielos."
El apóstol comienza comparando nuestro cuerpo terrenal (a
menudo referido como "tabernáculo" o "tienda") con una
morada temporal. Esta morada es frágil y está destinada a desaparecer, ya que
la vida en la tierra es finita. Pero él, enfatiza que los creyentes tienen la
esperanza de una "casa no hecha de manos", es decir, un cuerpo
glorificado y eterno que Dios les dará en los cielos.
- Versículo
3: "Y por esto también gemimos,
deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial."
Pablo reconoce que mientras vivimos en esta vida terrenal,
enfrentamos luchas y desafíos. Esta realidad debe llevar al creyente, no solo a
contemplar, sino también a anhelar su estado futuro de completa renovación y
transformación. Aquí es donde entra en juego la metáfora en la que se nos
presenta como "desnudados" y "revestidos." La palabra
"desnudados" implica quitarnos nuestra morada terrenal, nuestro
cuerpo físico mortal, mientras que "revestidos" se refiere a recibir el
nuevo cuerpo glorificado de parte de Dios.
- Versículo 4: "Porque así seremos hallados vestidos, y no desnudos."
Este texto bíblico resalta la esperanza y la seguridad que el
creyente tiene en Cristo. En lugar de estar "desnudos", lo cual
podría simbolizar vulnerabilidad o incompletitud, seremos "hallados
vestidos" con un nuevo cuerpo, que habrá de ser nuestra morada o
habitación celestial. Esta transformación final, representa en el creyente, la
plenitud divina y la culminación de la fe creativa de Dios a través de Cristo.
Tanto la palabra vestidos como vestidura se menciona en
repetidas ocasiones en la Biblia. Ejemplo de esto, lo tenemos en el capítulo 3,
versos 4 y 5, del libro de Apocalipsis, en donde se le promete (a todos aquellos
que son dignos y han vencido), la recompensa de ser cubiertos con vestiduras
blancas. Bajo este mismo principio de honra y recompensa, se le aconseja a la
iglesia de Laodicea cubrir la vergüenza de su desnudez espiritual y adquirir la
verdadera riqueza de ser vestidos por Dios (Apocalipsis 3:18).
Es importante mantener presente que el ser vestido por Dios es
sinónimo de honra, recompensa y plenitud eterna. Por el contrario, “ser
encontrado en desnudes” equivale a pobreza, deshonra, y perdición. Esta es la razón
por la que tanto el apóstol Pablo como Juan, enfatizan la gloria y el triunfo
que experimenta el creyente a la hora de ser revestido y trasladado a su nueva y
personalizada morada celestial.
En algún momento de su vida terrenal, uno a uno, los hijos
del reino son traspuestos desde su cuerpo carnal - el cual es comparado con un humilde
tabernáculo temporal - hasta el nuevo cuerpo, al que el apóstol llama: “Casa no
hecha de manos y habitación celestial (2 Corintios 5: 1-5).
En su visión apocalíptica sobre la gran tribulación, el apóstol
Juan describe como las almas de los que habían sido muertos por causa de la
palabra de Dios, se encontraban en espera clamando por justicia. El dolor desatado
sobre la tierra con la apertura del cuarto sello era tal, que las almas salvas (pero
aún desvestidas), gemían a gran voz bajo el altar, diciendo: ¿Hasta cuándo
Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en
la tierra?
Ante tal petición y debido a que el tiempo de angustia no había
sido cumplido sobre la tierra, el Señor da cumplimiento a su promesa, y les
recompensa quitando su desnudez y vistiendo sus almas con el cuerpo de gloria, siendo
este su nuevo revestimiento y morada final, representada aquí por sus
vestiduras blancas (Apocalipsis 6:9-11).
En la revelación entregada a Juan, las vestiduras blancas,
no son solamente símbolo de victoria y de pureza, sino también representan el
premio de Dios a la perseverancia y la fidelidad. En el lenguaje bíblico, ser
vestido por Dios, es sinónimo de plenitud divina, resurrección, moradas, habitación
celestial y recompensa, entre otros.
Algunos ejemplos de la importancia y valor que conlleva el
vestido divino y sus ornamentos son:
1- El vestido de cilicio, indicando el
sufrimiento y dolor de los dos testigos asignados por Dios (Apocalipsis 11:3).
2- Vestidos de ropas
blancas, con coronas de oro en sus cabezas, representando la honra, gloria y pureza de Dios en cada
uno de los veinticuatro ancianos (Apocalipsis 4:4).
3- Vestidos con ropas blancas, y con
palmas en las manos. Las palmas son indicativas de triunfo y gloria, y son
entregadas a quienes han conquistado la meta (Apocalipsis 7:9; 1 Corintios 9:23-27).
4- Vestidos de lino
limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. El lino limpio y resplandeciente, junto con los cintos de
oro, señalan la gloria, justicia y poder otorgado a cada uno de los seres
celestiales (Apocalipsis 15:6).
Una de las parábolas más impactantes narrada por Jesús, tiene
que ver con la semejanza que hay entre el reino de los cielos y la fiesta de bodas
a la que todos fueron invitados. Según esta historia ilustrativa, una vez
reunidos los invitados, entró el rey para ver a los
convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.
Según esta parábola, a pesar de haberse hecho una invitación
general, existían ciertos requisitos mínimos para poder asistir, por lo que,
cuando el rey ve que este hombre no estaba vestido apropiadamente, le pregunta:
Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? ¡Mas él hombre, sin tener una respuesta
adecuada, enmudeció!
Este hombre, por su descuido no solo no pudo disfrutar de la
gran fiesta, sino que, en su vergüenza y perdición, fue separado y echado a las
tinieblas de afuera (Mateo 22: 1-14).
El apóstol Pablo aconseja a los creyentes a vestirse del
nuevo hombre creado según la imagen y verdad de Dios. Para esto, el creyente
debe de renovar su entendimiento, despojarse del viejo hombre, y vestirse con
la justicia y perfección de Dios a través de Cristo (Romanos 12:2; 13:14; Gálatas
2:20; Efesios 4:22, 24).
Pablo, en su segunda carta a los Corintios, capítulo 5,
versos 1 al 4, enfatiza la dualidad que existe, entre nuestro estado temporal presente
y la transformación de un cuerpo adaptado al futuro que aún está por venir. La explicación,
sobre ser "desnudados" y "vestidos" de una nueva habitación,
ilustra la transición de un cuerpo mortal a un cuerpo adaptado y transformado a
una nueva y maravillosa realidad.
En la primera carta a los Corintios, capítulo 15, verso 51,
el apóstol Pablo escribe acerca del misterio de la transformación final. Con la
frase, “todos seremos transformados,” el apóstol se refiere al momento en que
somos desvestidos y recubiertos de un nuevo cuerpo. Este cuerpo, será nuestra
nueva habitación o morada, cuya forma final es determinada según el poder y la
soberanía de Dios (1 Corintios 15:38).
Al momento de la muerte, todos somos desnudados de nuestro cuerpo
presente, y vestidos nuevamente. Lo que hace preguntarnos, ¿Cómo será este
vestido y que nivel de gloria recibirá?
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